Entre la mayor parte de los católicos de hoy, la mención de Santa Faustina se asocia inmediatamente con la fiesta de la Divina Misericordia, la coronilla y la novena, y con razón. Éstas fueron las tareas principales encomendadas a la joven María Kowalska cuando Jesús comenzó a revelar sus planes para su vida. Sin embargo, al leer el Diario de Santa Faustina, es fácil tener la impresión de que había algo aún más central en su vida y en su misión: la Eucaristía.
Para Faustina, no hay competencia entre la Eucaristía y la Divina Misericordia. Más bien, es precisamente porque Faustina se basó en una piedad eucarística coherente y consistente que pudo llevar a cabo con las otras dimensiones de su vocación, la devoción a la Divina Misericordia.
El Espíritu y los santos
Los santos leen los signos de los tiempos con más claridad que el resto del cuerpo de Cristo. Por ejemplo, San Francisco tenía una visión radical de la pobreza que supuso un desafío serio para la Iglesia de su época, pero con el tiempo, la Iglesia reconoció que tenía razón. En realidad, la teología de Santo Tomás de Aquino era tan sospechosa que el mismísimo papa tuvo que obligar a la Universidad de París a dejar enseñarle, pero con el tiempo se convirtió en un alimento básico principal de la teología católica. De una manera similar, Faustina nos da un buen ejemplo respecto al rol de la Eucaristía en la vida diaria.
Durante su vida, los católicos tendían a recibir la Eucaristía más tarde en la vida y con menos frecuencia. A veces sólo anualmente. Inspirada en parte por el deseo de asegurarse de que los católicos entendían realmente lo que estaba ocurriendo, la edad de la primera Comunión comenzó a adelantarse a principios del siglo XX.
Faustina no tomó la primera comunión hasta que tuvo nueve años de edad. Al principio de su vida religiosa, luchó con la frecuencia de recibir la Sagrada Comunión y con la cuestión de que si debía o no comulgar.
Comenzó a tener dudas sobre la severidad de sus pecados, y a veces se convencía a sí misma de que no era merecedora de acercarse al altar para recibir a nuestro Señor. Faustina acabaría comprendiendo que las mismas dudas que experimentaba, la sequía que atravesaba y, sobre todo, el reto de cómo cumplir con el plan de Dios para convertirse en apóstol de la misericordia, serían imposibles sin una dependencia total y filial de la Eucaristía. Con el tiempo, Faustina se convertiría en una defensora de la recepción frecuente de la Sagrada Comunión.
Confiar en Jesús en la Eucaristía
Con el tiempo, Jesús le reveló que, en realidad, esta decisión era una fuente de dolor para él: “Has de saber, hija mía que no uniéndote a Mí en la Santa Comunión me ha desagradado mas que cometiendo aquella pequeña falta” (Diario, 612).
A su vez, se daría cuenta de que sólo con una total confianza en la Eucaristía podría sostenerse en medio de las dificultades que experimentaba, y encontrar el camino para cumplir con su vocación única:
“Me veo tan débil que si no tuviera la Santa Comunión, caería continuamente; una sola cosa me sostiene y es la Santa Comunión. De ella tomo fuerza, en ella está mi fortaleza. Temo la vida si algún día no recibo la Santa Comunión. Tengo miedo de mí misma. Jesús oculto en la Hostia es todo para mí. Del tabernáculo tomo fuerza, poder, valor y luz; es aquí donde busco alivio en los momentos de tormento. No sabría cómo glorificar a Dios si no tuviera la Eucaristía en mi corazón”. (Diario, 1037).
Como vimos anteriormente, los santos a veces son llamados a una espiritualidad especial o a una expresión de piedad que, con el tiempo, será recogida por la Iglesia y recomendada como práctica general. Hoy en día, muchos católicos conocen el fruto de la recepción frecuente de la Eucaristía. Puede que nosotros también necesitemos un recordatorio amable sobre la importancia de una confesión frecuente, pero esta práctica de comulgar frecuentemente era algo que desafiaba la práctica común en la época de Faustina.
Vale la pena recordar cómo la historia de Faustina estaba ligada a la Divina Misericordia. Precisamente porque el Señor quiere perdonarnos, estamos llamados a la unión con él en el Santísimo Sacramento. Mediante una confianza humilde en la misericordia de Dios, el reconocimiento de nuestra propia debilidad y la recepción de su gracia del perdón mediante la confesión, podemos volver a estar preparados para experimentar la intimidad de la Eucaristía. Si podemos tomar en serio el mensaje de Faustina, podemos ver cómo las palabras de Jesús hacia Faustina pueden ser realmente ciertas para todos nosotros: “Vivo en tu corazón tal como me ves en este cáliz” (Diario, 1346).