Como dice San Juan en su primera escritura, “Si alguien cree en el Hijo de Dios, en él permanece viva la declaración de Dios.” (1 Juan 5:10)
Víctor Liera, de la parroquia de St. Michael en Mount Pleasant, encontró que ese poder transformador de Cristo está en los Sacramentos. Durante un momento de su vida en el que más necesitaba esperanza, Dios conquistó su corazón.
“Él cambió mi vida a través de Jesús en la Eucaristía, el confesionario, mi vocación como esposo, y mediante la obra del Espíritu Santo, a través del bautismo”, testificó Víctor.
Pero él no siempre pensaba así.
Víctor recibió todos los Sacramentos en su juventud con mucha alegría y muy entusiasmado. Provenía de una vida sencilla en una familia grande dedicada a la agricultura. Pero su niñez estuvo marcada de un nivel extremo de pobreza. A los catorce años, vino a los Estados Unidos para vivir con su hermana; él estaba enfocado en trabajar.
Pero poco a poco dejó de recibir el Cuerpo y Sangre de Jesús, luego dejó de acercarse al Sacramento de la Reconciliación, hasta que dejó de asistir a la Misa. Dejó la Iglesia.
“Caminaba confiando en mis propias fuerzas y en las fuerzas de los que me rodeaban”, explicó Víctor.
Su alegría y entusiasmo se fueron apagando. Y con ellos, también su espiritualidad, fe, y gracia Sacramental.
“Mi amor por la Iglesia y por Cristo mismo se fue apagando al punto de sentirme sin la necesidad de Dios”, dijo Víctor.
Su fe en casi todos los Sacramentos, menos el Bautismo, había desaparecido.
“Sabía que era necesario ser Bautizado para ser parte de la familia de Dios”, dijo Víctor.
Todo cambió cuando nació su primer hijo. Los doctores detectaron un autismo severo en él.
“Eso fue muy fuerte para mí”, explicó Víctor, “Escuché una segunda y una tercera opinión, pero los resultados no eran nada alentadores”.
Ya que los doctores creían que su hijo no lograría ser independiente, se sintió devastado.
“En ese momento, perdí las fuerzas de mis piernas. Realmente me estremeció esa noticia”, dijo Víctor.
Rechazó enérgicamente esos resultados. El último médico, desde el punto de vista espiritual le dijo: “¿Quieres escuchar que tu hijo tenga una oportunidad? Pues bien, claro que si la tiene. Solo piensa que hay un uno por ciento de probabilidad de que pueda ser independiente.”
Les pidió que buscaran ayuda escolar y siguieron ese plan con las maestras y los especialistas que le dieron terapia.
“Es importante encontrar grupos de apoyo y caminar con la seguridad que el será ese uno por ciento que logre su independencia,” dijo el doctor.
Esa respuesta fue alentadora para Víctor y su familia. En el camino a casa, meditaba en su nueva realidad.
“Recordé que tenía un Dios poderoso y que Él tendría la última palabra. Tuve que reconocer mi mal comportamiento con casi todas mis responsabilidades como hijo de Dios”, dijo Víctor.
Quería ser discípulo de Cristo y un miembro incondicional de la Iglesia Católica.
“Afortunadamente nunca tuve miedo. Seguramente porque en el fondo de mi corazón siempre supe que Dios era misericordioso. Puse toda mi confianza en Él”, exclamó Víctor.
Tomaron las clases Pre-Bautismales para bautizar a su hijo para que él también formara parte de la familia de Dios.
“De esta manera podría clamar a Dios con más confianza y pedirle que interviniera en la vida de mi hijo”, él recordó.
Tuvo una experiencia muy fuerte en esa clase. La Palabra de Dios atravesaba su corazón, tanto así, que salió con un fuerte deseo de conocer a Dios más profundamente a través de Su Palabra.
En tres años, ya había leído toda la Biblia dos veces de principio a fin.
“Después de esas largas jornadas, caminaba con la confianza que Dios obraría maravillas en la vida de mi hijo a Su debido tiempo”, pensó Víctor.
Día a día, se transformó en un hombre de oración y de meditación. Practicaba obras de misericordia, pero todavía no se acercaba a la Iglesia durante esos años.
Fue durante una misa de una quinceañera que su hijo, con dificultades para hablar, empezó hacer preguntas inteligentes:
“¿Qué están haciendo ahí [en el Altar]?
¿Por qué tú y mami no pasaron [a la Comunión]?
¿Cómo puedes saber si es o no el Cuerpo y Sangre de Jesús?
¿Por qué no estudias?”
Nuevamente estas preguntas eran una nueva y fuerte experiencia que el Señor regaló a Víctor y a su familia.
“Salí de ahí meditando en este regalo. Muy entusiasmado, inscribí a mi hijo en la catequesis. Empecé a ir a Misa todos los domingos. Me acerqué al Sacramento de la Reconciliación. Incluso mi esposa me acompañaba y animaba”, dijo Víctor.
Se reconciliaron con Jesús Sacramentado y con Su Iglesia.
Al segundo año de los estudios de su hijo, Víctor se hizo voluntario y al tercer año, sirvió como catequista. Continuó impartiendo clases Pre-Bautismales, clases de RICA, y organizando retiros de formación y evangelización.
Numerosos eran las hazañas del Señor en la vida de su hijo.
“¡Mi hijo se graduó tercero en su clase en la Escuela Secundaria de Mount Pleasant! Primero Dios, en diciembre del 2023 se graduará de Ingeniero en Tecnología de Harvey Mudd College en Claremont, California”.
Víctor y su familia siguen perseverando todos los días para vivir en santidad.
“Sobre todo, quiero conocer, amar, y servir más a nuestro Señor Jesucristo con todo el corazón”, Término Víctor, “Espero sinceramente que ese poder transformador que nos regala Jesús en los Sacramentos toque el corazón de cada alma. Y que cada corazón tenga una respuesta con generosidad a Su llamada misericordiosa”.