Por Padre Juan Pedro González
Queridos hermanos, la gracia de Jesucristo, el amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo, estén con ustedes. Hoy tenemos una gran necesidad en nuestra vida de fe, hablo de la importancia de bautizar a los niños, todos debemos ser de Cristo, para que en Cristo seamos hijos en el Hijo y recibir al Espíritu Santo. Les exhorto a meditar y escudriñar la Sagrada Escritura, abriendo nuestro corazón a la luz de la doctrina de la Iglesia para vivir unidos en una misma fe, un mismo amor y un mismo espíritu.
La Iglesia Católica desde los primeros años brinda el Sacramento del Bautismo a los niños. Pues es de gran importancia que todos seamos de Cristo. El mismo día de Pentecostés, San Pedro dice: «es necesario bautizarse en el nombre de Jesucristo» (Hechos 2, 38-41). Es a través de Jesús que nos unimos al Padre y al Espíritu Santo, unidad indivisible de la Santísima Trinidad. En este pasaje, se nos muestra que es Jesús quien instituye el Sacramento del Bautismo, para que todos recibamos al Espíritu Santo y la condición de cristianos. Cabe resaltar que en este pasaje, se recoge la fórmula más antigua del Bautismo.
En el documento más antiguo (Didajé, 7,1-3) o (doctrina de los doce Apóstoles) escrito en el siglo I, se nos dan oraciones y normas de la vida cristiana. Este documento nos dice que el bautismo, «Puede ser con agua corriente. Pero si no se tiene, bautiza con otra, si tienes agua fría, en agua fría y si no en agua caliente. Si no tienes ninguna de las dos, es decir, si no tienes caudal suficiente, derrama la poca que tengas sobre la cabeza en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo». El texto supone que la forma ideal sigue siendo la inmersión, pero reconoce el bautismo por infusión. La importancia del agua en bautismo, es que nos purifica.
En el evangelio de Mt 3,13-17, Jesús vino a ser bautizado, Él es el camino, la verdad y la vida, el Santo de Santos, Él no cometió pecado. Juan se oponía, y decía, soy yo quien necesito ser bautizado por ti. Pero Jesús le dice, conviene que cumplamos todo lo que es justo. En este pasaje nos manifiesta una teofanía o manifestación trinitaria. Jesús no necesitaba conversión (Jn 3: 22), pues estaba limpio de pecado, pero quiso solidarizarse con los pecadores e «hizo recaer sobre Él las iniquidades de todos nosotros» (Is 53: 6), dando cumplimiento a la profecía de Isaías.
El bautismo de los niños se práctica desde el inicio de la Iglesia de Cristo. Esto nos lo dice el libro de los Hechos 16: 15 «después de bautizarse, junto con su familia». También nos dice en 1 Cor 1: 16, «sí, también he bautizado a la familia de Estéfanas», conociendo la tradición de la familia de aquel tiempo, la familia eran padres e hijos, en sí, todos recibían el Bautismo. Finalmente, en el siglo II se decía, «nunca ha tenido la Iglesia un rito bautismal pensado expresamente para estos casos, sino que ha adaptado a los niños el rito del bautismo de los adultos» (Tertuliano, De baptismo, 18). El bautismo es precisamente para lavarnos del pecado original y darnos al Espíritu Santo (Hech 2: 38), nos da la gracia de ser hijos en el Hijo. Es Jesús mismo, quien da la autoridad para bautizar, «id, pues, hacer discípulos a todos los pueblos bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo (Mt 28: 19). Dios nos bendiga.