Al leer los Evangelios, nos encontramos a Cristo diciendo muchas cosas difíciles. Una de esas cosas apremiantes que nos ofrece es su enseñanza sobre el matrimonio. Oímos a Cristo decir cosas como: “Así pues, lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre” (Mc 10:9) para describir la indisolubilidad del matrimonio.
Los dichos de Cristo sobre el matrimonio son tan difíciles que incluso los discípulos lucharon con ellos y llegaron a la conclusión de que más vale no casarse (Mt 19:10).
Hoy en día muchas personas podrían sentir lo mismo que los discípulos. Un vistazo a las estadísticas actuales sobre el divorcio en los Estados Unidos cuenta una historia sombría. Hoy muchos jóvenes ni siquiera se casan. En cambio, optan por la convivencia o las uniones civiles. Muchas personas se preguntan: “¿Por qué molestarse en casarse por Iglesia cuando tantos matrimonios terminan en divorcio de todos modos?”.
La Iglesia, en su sabiduría, comprende esta lucha y explica en el Catecismo de la Iglesia Católica cómo Cristo es la respuesta a esta pregunta.
Esta insistencia inequívoca en la indisolubilidad del vínculo matrimonial pudo haber dejado perplejos a algunos y podría parecer una exigencia imposible de alcanzar. Sin embargo, Jesús no ha impuesto a los esposos una carga imposible de soportar, o demasiado pesada…Al venir a restaurar el orden original de la creación perturbado por el pecado, él mismo da la fuerza y la gracia para vivir el matrimonio en la nueva dimensión del Reino de Dios. Siguiendo a Cristo, renunciando a sí mismos y tomando sus cruces, los esposos podrán “recibir” el sentido original del matrimonio y vivirlo con la ayuda de Cristo. La gracia del matrimonio cristiano es un fruto de la cruz de Cristo, fuente de toda vida cristiana (1615, énfasis agregado).
En Cristo y mediante la gracia de sus sacramentos, hay esperanza, especialmente para un mundo herido por las relaciones y matrimonios quebrantados.
A través de su camino hacia un matrimonio sacramental, Gerardo y Berenice Robledo han llegado a experimentar de primera mano esta esperanza y gracia de Dios en sus vidas.
De Athens, Texas, Gerardo y Berenice son novios de la escuela secundaria y se conocen desde que tenían 15 años de edad. Vivieron juntos durante varios años y estuvieron civilmente casados durante unos siete años antes de tomar la decisión de seguir las enseñanzas de Cristo y buscar el sacramento del Matrimonio en la Iglesia. Su historia es una de esperanza, sanación y de la gracia de Dios obrando en sus vidas y en su matrimonio.
Desde que se conocieron en la escuela secundaria hasta los 20 años de edad, Berenice y Gerardo fueron casi inseparables. Crecieron juntos, se mudaron a Dakota del Norte y regresaron por una oportunidad de trabajo, y experimentaron muchos altibajos en su relación. Las cosas cambiaron en el 2011, cuando atravesaron por una ruptura que duró seis meses.
“Había tantas cosas rotas en nuestra relación”, dijo Berenice, reflexionando sobre aquella época.
Pero incluso en la ruptura, Dios estaba obrando en sus vidas. Fue durante esta ruptura cuando Dios empezó a obrar en el corazón de Berenice para llevarla a la Iglesia Católica.
A pesar de que ambos fueron bautizados de niños, Gerardo y Berenice tienen historias de fe diferentes. Gerardo creció asistiendo a Misa y completó las clases de educación religiosa para recibir los sacramentos.
“Después de hacer mi confirmación, me alejé un poco”, explicó Gerardo. “Se podría decir que fui un mal católico luego de eso. Dejé de ir a Misa y me desvié un poco”. No fue hasta más tarde, cuando ya era un adulto, que Gerardo volvió a la fe católica.
Aunque fue bautizada de niña, Berenice describió que cuando crecía su madre la llevaba a iglesias diferentes. Esto confundió a Berenice sobre qué religión practicar, por lo que cambió de una religión a otra durante toda su infancia.
Durante el momento doloroso de su ruptura, Berenice se quedó con una amiga que era católica.
“Recuerdo haber ido a Misa con ellos”, explicó Berenice. “Recuerdo que sólo rezaba. Sabía que tenía que rezarle a Dios. Sabía que él me sacaría adelante. Fuera cual fuera su voluntad para mí, me daría las fuerzas que necesitaba. Si Gerardo y yo estamos destinados a estar juntos, entonces él volverá a unirnos. Y eso es lo que finalmente sucedió. Esa puerta se abrió para mi conversión, para aprender más acerca de la fe católica y volvió a unirnos luego de eso”.
Poco después, Berenice y Gerardo se mudaron juntos y quedaron embarazados de su primera hija, Emily. Su deseo de bautizar a Emily los hizo seguir pensando en su fe. “Sabíamos que era lo que teníamos que hacer”, explicó Berenice.
Dios estaba palpitando claramente en los corazones de Berenice y Gerardo, atrayéndolos hacia él, pero todavía había una lucha para comprometerse a seguir las enseñanzas de la Iglesia en su relación.
Luego del nacimiento de Emily, Berenice y Gerardo se casaron por civil el 3 de julio de 2014 y hablaron de casarse por Iglesia. Pero aún tenían dudas.
“Todavía no estábamos al 100% en ello”, explicó Gerardo. Berenice había comenzado a tomar clases en la parroquia para prepararse para la confirmación y la primera comunión. “Evidentemente”, continuó Gerardo, “ella hacía todo lo que creía que había que hacer para que nos casáramos. Pero una parte de mí seguía dudando. Básicamente por el pasado duro que habíamos tenido”.
La conversión es un proceso en el que aprendemos a responder a la gracia que Dios derrama en nuestras vidas. A veces hacemos grandes progresos y otras veces retrocedemos.
“Mi conversión y el regreso de Gerardo a su fe católica, no ocurrió de la noche a la mañana”, recordó Berenice. “Fue un proceso”.
No fue hasta que su segunda hija, Julissa, tuvo tres años, que Berenice y Gerardo comenzaron a volver a ir a Misa todos los fines de semana. Un fin de semana en particular fue fundamental en su camino hacia el matrimonio sacramental.
Ese fin de semana, sus hijas se quedaron con los padres de Gerardo, y Gerardo y Berenice pudieron asistir juntos a la Misa. Gerardo señaló cómo esto fue una bendición, diciendo: “Ya sabes cómo es a veces en la Misa, tienes que hacer malabares con un bebé y no puedes concentrarte realmente. Ese día, estaba escrito que ella [Berenice] y yo estuviéramos solos para poder escuchar esa homilía”.
El párroco, en su homilía, habló de cómo Dios nos ama a cada uno de nosotros, sea cual sea nuestro pasado. El párroco explicó cómo Dios desea que cada uno de nosotros vuelva a él y cómo la gracia y la misericordia de Dios están siempre a nuestra disposición. Sólo tenemos que tomar la decisión de responder al amor de Dios mediante el arrepentimiento.
“Eso nos afectó mucho”, recordó Berenice. “Una de las razones que me alejó de la Iglesia Católica fue que no me sentía digna. ¿Dios puede amarme realmente? Con todo lo que he hecho. ¡Dios no puede amarme!”
Pero esta homilía ayudó a Berenice a comprender. “Estaba tan equivocada”, explicó. “Sólo con la homilía que escuchamos ese día, las lágrimas me corrían por la cara. Me quitaron la venda de los ojos y pude ver. Necesitaba esa homilía”.
Luego de esto, no hubo vuelta atrás. Reconocieron que necesitaban la gracia de Dios en sus vidas y acudieron a su párroco. Luego de completar el retiro de formación para el matrimonio Tres para casarse y el programa de pareja mentora Testimonio de Amor, ofrecidos por la Diócesis de Tyler, Berenice y Gerardo se casaron por la Iglesia Católica el 12 de junio de 2020.
El proceso de formación para el matrimonio fue influyente para Berenice y Gerardo. “Quedé completamente sorprendida por lo mucho que nos ayudó”, explicó Berenice. “Nos abrió los ojos a tantas cosas. Fue increíble. Es como si Dios quisiera que pasáramos por el período de la preparación. Lo necesitábamos para llegar a este momento”.
“Todo el mundo debería pasar por el [programa de formación para el matrimonio]”, dijo Gerardo, expresando su gratitud. “Incluso a mi amigo, mientras le comentaba, le daba cierta envidia el hecho de que siempre que se casaban no contaban con este tipo de preparación. Es una experiencia hermosa. Algo que nunca olvidaré”.
Con la gracia del sacramento del Matrimonio, Berenice y Gerardo han experimentado un cambio en su relación. “Cuando estábamos civilmente casados, sentimos que estábamos bien. Pero era completamente diferente”, explicó Berenice. “Una vez que nos casamos por Iglesia, experimentamos realmente la gracia de Dios…” y antes de que ella pudiera terminar su frase, Gerardo la completó, diciendo: “obrando a través de nosotros”.
Pueden ver la gracia de Dios en todo y han experimentado los frutos del matrimonio: la alegría, la paciencia, el dominio de sí mismos, la paz en su relación y el regalo más alegre de todos, el nacimiento de su hijo, Aaron.
Además, ahora que viven en la gracia de Dios, pueden recibir la Sagrada Comunión en la Misa.
“Eso fue algo grande”, dijo Gerardo. “Íbamos a la iglesia en familia, y mi hija mayor se dio cuenta de que éramos la única familia que no comulgaba. Queríamos casarnos [por Iglesia] para poder comulgar y ser un buen ejemplo para nuestras hijas”.
Aunque Gerardo y Berenice hayan experimentado las gracias del sacramento, también reconocen que no son una pareja perfecta. “En el matrimonio hay que trabajar”, explicó Berenice. “Tener esa gracia de Dios realmente ayuda. No va a ser todo perfecto, pero tenerlo a él en el centro de nuestro matrimonio, lo hace mucho más fácil”.
“El hecho de haber recibido el sacramento del Matrimonio no significa que todo vaya a ser siempre perfecto”, confirmó Gerardo. “Seguiremos atravesando nuestras dificultades y momentos duros. Pero con la gracia de Dios, esa gracia que recibimos mediante el sacramento, todo es mucho más fácil. Tenemos esa base sólida que nos dio y que antes no teníamos. Así que ahora es alegre y significativo y mediante esos tiempos difíciles, tenemos esto. Dios nos ayudará a superarlos”.
En un mundo que experimenta tanta ruptura en torno al matrimonio, muchas personas suelen dudar casarse. La historia de Berenice y Gerardo puede darles a los que no están comprometidos en el matrimonio la esperanza en la gracia que Dios quiere darles.
“A veces en la vida llegas a hacer las cosas mal”, dijo Gerardo, reflexionando sobre su historia. “Y entonces finalmente aprendes a hacer las cosas de manera correcta, esa es más o menos nuestra historia. Todo eso es gracias a Dios”.
“Miramos hacia atrás en nuestras vidas y pienso ‘vaya, hemos pasado por muchas cosas’”, concluye Berenice. “Tanta ruptura. Y dolor. Mucho dolor en nuestra relación”.
Mientras se le llenaban los ojos de lágrimas, Berenice continuó: “y al ver dónde estamos ahora, no podría ser más feliz. Y valió la pena. Dios lo sabía. Atravesamos todo ese dolor, pero ahora, realmente sentimos esa plenitud entre nosotros y nuestra familia. Con la gracia de Dios, esa gracia que recibimos mediante el sacramento, ahora es alegre y significativo. Y en esos momentos difíciles, Dios nos ayudará”.
Si tú o alguien que conoces tiene preguntas sobre el matrimonio o la formación para el matrimonio en la diócesis de Tyler, visita stphilipinstitute.org/es/family-life/